Asociación Torrijos 1831. 07.03.22
Dentro de los actos realizados en marzo, en Estepona, integrantes de las asociaciones, “Manzanares. Estepona 1831”, “Torrijos 1831”, «Bandoleros de Grazalema”, “Algodonales libre”, “Bandoleros de Benamejí”, “José María El Tempranillo. Bandoleros de Alameda” y “Bandoleros de Júcar”, han realizado un homenaje a Pedro Manrique que, con 22 años, cayó muerto en las playas de Málaga por defender las libertades y derechos que emanaron de la Constitución gaditana de 1812, frente al represor régimen absolutista de Fernando VII, que de nuevo había restablecido poderes como el temido Tribunal de la Inquisición. Esas circunstancias políticas y sociales, hicieron que el joven Manrique se trasladara a Gibraltar para apoyar a Torrijos. Para el homenaje, las asociaciones presentes ocuparon la calle de Santa Ana, junto al lugar donde existió la casa de Manrique, hoy referenciada por una lápida puesta el 11 de diciembre de 1982 (veinte años antes que se creara la Asociación Torrijos 1831). Las dos bocas de la calle y los laterales, quedaron cubiertos por recreadores, vecinos y visitantes, deseosos de ver el recuerdo emocionante a un muchacho que fue libre, antes y después de morir. Las secuencias del homenaje a continuación, para aquellos lectores que siguen con interés nuestras noticias.
Secuencias del homenaje.
Flori Sastre, de la Asociación Torrijos 1831, intervino dando vida a Paula López, madre de Manrique, leyendo la carta que éste envió a Estepona en diciembre de 1831:
“Mi más querido amigo:
Pocas horas me quedan de existencia, dedicando un corto rato para despedirme de usted, para siempre. No tengo valor para escribir a mis afligidos padres.
Su quebranto y desconsuelo se colmarían, si yo tuviese la imprudencia de hacerlo; cuando usted y mis amigos cuidarán de su atención sagrada, la única que considero ahora digna de un buen hijo, descansando mi corazón en la lisonjera confianza de que, a su tiempo, les hará usted saber mis sentimientos y últimas ideas.
¡Padre querido! ¡Desconsoladas hermanas! ¡Amada madre mía! Vuestra pena es la que siento sobre todo.
Encargo a usted, también, mis afectuosas memorias para todos los amigos, para las niñas de Blas, las de Bernal y cuantos lloren mi catástrofe. Mi madre…, en esta idea mil tiernos recuerdos me atormentan con dolor. Pero conservo valor, conformidad y nada me espanta. No me quejo de los autores de mi destrucción, ni ellos ni mis demás enemigos tienen que sentir mi odio.
Nunca he tratado de ofender a los que se constituyeron mis perseguidores, manifiésteselo usted así.
Diga usted que Manrique fue generoso, y lo es en este momento en el que el corazón no sabe disfrazarse. Adiós querido amigo. Esta despedida es terrible y preciosa. Conformémonos con la suerte que lo dispone, yo lo estoy para abandonar esta tierra que me ha sustentado durante 23 años.
Muero muy joven, pero como debía esperarse, ni lloro ni temo.
Abrace usted a todos, todos, y consuele el corazón de mis padres.
Basta ya porque se me oprime el alma, antes que opriman mi cuerpo; y concluyo esta carta asegurándole que he sido su amigo, y que siento dejar de serlo en este mundo. Adiós para siempre.
Pedro Manrique”.