Asociación Torrijos 1831. 25/10/23
Siguiendo a la conferencia impartida el pasado día 24 de octubre, en el Centro de Interpretación Histórico José María Torrijos, continuaremos narrando, ahora que estamos en pleno bicentenario de aquellos hechos, las vicisitudes de Torrijos y sus compañeros, en Cartagena, entre el verano y otoño de 1823, apoyándonos en el singular material fotográfico que se adjunta a este artículo, realizado por los integrantes de la Asociación Torrijos 1831, que han sabido reconstruir perfectamente aquellas circunstancias y momentos, y además, investigar parte de ellos sobre el terreno donde ocurrieron.
Torrijos, sus ayudantes y una reducida escolta de caballería, entran en Cartagena.
Llegado el general José María Torrijos a Cartagena, reunió a las autoridades políticas y militares para ponerlas al corriente de la crítica situación que vivía ya el país, y en particular, la zona de levante. Tras notificar Torrijos a las autoridades la actitud negativa de Ballesteros, se nombró a Miguel Cabrera de Nevares para exponer la situación en Cádiz. En la turbulencia política que vivía la ciudad símbolo del constitucionalismo, Nevares, no sólo no fue escuchado sobre la actuación de Ballesteros, sino que tuvo que escapar como pudo, llegando a Gibraltar, y de ahí a Cartagena, cuando ya era clara la traición de Ballesteros, por lo que Torrijos realizó una proclama que empezaba así “El general Ballesteros traicionó a la patria…”, mandando que se desobedeciesen sus órdenes. Envió un oficial disfrazado al ejército de Ballesteros para que conectara con mandos en desacuerdo con él. El coronel de artillería Matías Moreno y el teniente coronel Ignacio López Pinto, prometieron unirse a Torrijos. Por otra parte, al conocer Torrijos que Riego había llegado a Málaga, le propuso que se dirigiera a Cartagena por la costa, y que él con tropas cartageneras le haría la cobertura para alcanzar la plaza. Sin embargo, en un primer momento, Riego se limitó a enviar un convoy por mar con víveres, munición, armamento y dinero para Cartagena, cuyo grueso nunca llegó a su destino al ser capturado por naves francesas. Con ello, Torrijos hubiera paliado en parte los escasos recursos con que contaba la plaza. Enterado que en la Tesoreria de la fábrica de la catedral de Murcia, había abundante grano, formó una expedición de 600 hombres, pero en el camino estuvo a cerca de ser envuelto por las tropas del general Molitor, más numerosas, pero zafándose de ellas logró regresar a Cartagena sin bajas. Mendizábal envió a Torrijos lo que pudo, pero la harina que le llegó la envió a Peñíscola, plaza donde ya escaseaba todo, remitiéndole también barriles de pólvora y 700 fusiles. Torrijos realizó una salida a Totana para conseguir productos de las huertas, derrotando y poniendo en fuga a la facción absolutista que la defendía, pero de nuevo intentaron envolverles las fuerza francesas que, en distancia ya estaban cerrando el cerco a Cartagena, presentándose el enemigo delante de la puerta oeste de la ciudad, media hora después de haber entrado Torrijos y su tropa en el perímetro amurallado. El gobierno de Cádiz, aislado y sin fuerzas de protección fuera de la Isla, apenas podía cubrir las atenciones locales que le rodeaban. No le quedó a Torrijos más solución que Cartagena dependiera de lo que pudiera conseguir por sí misma. Por ello, ayudado eficazmente por los jefes y oficiales de la guarnición, conformó las siguientes unidades:
Batallón Patria de Infantería (integrado por unidades dispersas). Mandado por el coronel Francisco Moreno.
Batallón de Lorca.
Batallones Ligeros de Infantería nº 17 y 18 (unidades dispersas y cartageneros).
Brigada de la Independencia Nacional (formada por presidiarios con condenas limpias, de Cartagena, Mallorca y Menorca).
Batallón Sagrado, formado con jefes y oficiales carentes de unidades.
Escuadrón de Caballería Ligeros (integrado con jinetes de unidades de caballería dispersas).
Escuadrón de Coraceros (valiéndose de las corazas abandonadas por los jinetes de Ballesteros).
Escuadrón de Granaderos a caballo.
Lanceros de Logroño.
2º Batallón del tren de Artillería.
Brigada de Artillería de Marina.
Mención aparte merecen los milicianos nacionales de Calatayud que trajo Juan López Pinto desde aquella ciudad hasta Cartagena. Estos bravos aragoneses, con boinas azules, bajo las órdenes de Pinto tuvieron que combatir en varias ocasiones en su retirada, para no verse envueltos por fuerzas francesas y partidas absolutistas.
Una arriesgada estrategia para intentar cambiar el curso de la guerra.
Sin recursos económicos para pagar los sueldos, Torrijos recurrió al espíritu patrio de sus mandos y tropas, y a la vaga promesa de ascensos y reconocimientos. Y los militares de Cartagena y las milicias nacionales respondieron. El entusiasmo con el que se movía Torrijos le hizo concebir una valiente estrategia. Dado el vacío de poder constitucional que existía desde Aragón hasta el sur de Andalucía, pensó en dejar bien guarnecidas de efectivos, Cartagena y Alicante, formando a continuación tres columnas de infantería, mandadas por Joaquín de Pablo “Chapalangarra”, Juan López Pinto y Francisco Valdés, que se dirigirían a Aragón y Valencia, respectivamente, marchando el propio Torrijos, con una columna rápida de caballería, a La Mancha, con el fin de crear una esperanza en los patriotas y, a la vez, recuperar la iniciativa de la acción militar con operaciones en campo abierto. Sin embargo, al pasar revista a los arsenales de la Marina, en Cartagena, no se encontraron los recursos necesarios para sostener aquella operación ofensiva. El 7 de agosto de aquel 1823, el general francés Vincent se presentó a la vista de las murallas de Cartagena con 800 jinetes y varias piezas de artillería móviles. Torrijos mandó inmediatamente a reforzar los puestos avanzados, mientras una columna de caballería mandada por el coronel Francisco Valdés salió por la puerta de San José hacia el pueblo inmediato de San Antón, cargando los españoles contra la batería francesa que se había colocado a la izquierda del pueblo. En pleno combate llegó al lugar Torrijos, acompañado de su Estado Mayor y ordenanzas, mezclándose con el enemigo y combatiendo con sables y pistolas. Los españoles hicieron, finalmente, retroceder a los franceses, que buscaron refugio en la línea de Murcia. En esta acción, Torrijos perdió a dos fieles colaboradores: el brigadier de artillería Pablo Miranda, gobernador que había sido de Castellón, y a Rodrigo, oficial del Regimiento de La Unión.
El final de la columna Merconchini.
Fue en aquel tiempo, cuando Torrijos tuvo noticias sobre una columna liberal procedente del norte de la provincia de Almería, mandada por el coronel Antonio Merconchini (antiguo jefe político de Toledo), que avanzaba para integrarse a las fuerzas cartageneras. Aquellas noticias las trajo a Cartagena el teniente coronel Antonio López Ochoa. En un principio, Merconchini y el teniente coronel Pablo Iglesias habían intentado unirse a los liberales de Málaga, pero al no haberlo conseguido se dirigieron a Almería, que por la amplitud de sus desérticas tierras no estaba bien controlada, todavía, por los franceses. La columna marchó hacia el norte, hasta llegar a las proximidades de Cuevas de Almanzora, a la que atacó en agosto de aquel 1823, al igual que Pulpi. Se calcula que la columna Merconchini estuvo compuesta por 25 jinetes y 300 infantes, marchando hacia Águilas y buscando el puerto de Mazarrón para alcanzar Cartagena. Aquella noticia produjo en Torrijos y sus jefes gran ilusión, por lo que dio órdenes para darle una adecuada cobertura con fuerzas cartageneras en cuanto se tuvieran las noticias de su cercanía. Más la única noticia que llegó fue la que trajo una mañana el ayudante del propio Merconchini, Ramón González (había sido contador en la isla de Cuba y consejero de Ultramar), que con rostro patibulario expresó que la columna había sido derrotada a cinco leguas de la plaza. Torrijos dispuso y realizó inmediatamente una salida de dos columnas, una mandada por él mismo, para hacer recaer toda la atención del enemigo, y la otra, por la costa, integrada por 200 hombres, para poder recoger y salvar los restos de aquella deshecha fuerza. Esta última llegó al lugar del combate, donde sólo encontró las trazas del estrago. Ambas columnas cartageneras se retiraron con la única satisfacción de haber intentado ayudar a recuperar a los que hubieran escapado de aquel desastre.