Esteban Alcántara. 2023.
Hace tiempo, por el aprecio y cariño que siempre he tenido por un determinado cine (ya conocéis el dicho del que ama el cine ama la vida), escribí en mi página Séptimo Arte un relato sobre una de mis películas preferidas: Doctor Zhivago, del director David Lean. Su estreno en Europa tuvo lugar en 1966, cuando yo contaba trece años, y recuerdo que su música, el “Tema de Lara”, sonaba por todas partes. No sería hasta 1968, cuando, por fin, lograría verla, llenando mi alma y ganando mi pensamiento. A partir de ahí, quise saber más de la novela, de su autor, de la película, de su director y actores, del recorrido cinematográfico del film, de su rodaje, etc. Eran tiempos sin Internet, y el buscar para conocer siempre era mucho más complicado. Había que encontrar la novela en una antigua librería, comprar revistas especializadas en el mundo del cine, o bien escuchar aquel excelente periodista y crítico de cine que fue Alfonso Sánchez, en sus comentarios y análisis en su programa de TVE. Para los que se sientan atraídos por esa obra, aquí está mi relato sobre la película Doctor Zhivago.
Pasternak: un poeta frente a todas las rusias.
El calendario del tiempo ya nos ha hecho doblar el Centenario de la revolución rusa, uno de los hechos que más decisivamente marcó la historia de Europa a lo largo del siglo XX. En 1917, cuando la I Guerra Mundial alcanzaba su máxima intensidad en el frente este del viejo continente, la derrota frente Alemania, el abandonismo y el hambre, hicieron mella en el pueblo ruso, abocado sin remedio a una revolución de grandes proporciones que alcanzó su punto álgido en el llamado “Octubre Rojo”. Cuando en la noche del día 24 se produjo el asalto del Palacio de Invierno de San Petersburgo por parte de obreros y soldados dirigidos por los bolcheviques, acción que no pudo impedir el llamado “Batallón de la Muerte” integrado por 139 mujeres, comenzó una terrible guerra civil que cambió el antiguo imperio ruso en la Unión Soviética.
Aquella radical transformación que, posteriormente, tendría repercusión en países de los cinco continentes, grabó para siempre en la historia los nombres de sus principales protagonistas, como el de Lenín, el líder de la revolución; Nicolás II, el último zar; Kerensky, el hombre de la transición imposible; o Stalin, que durante un cuarto de siglo estableció en la Unión Soviética un cruel régimen de terror que causó la muerte de millones de personas.
Compartiendo tres décadas: años que precedieron a la caída del zar, la propia revolución y la feroz dictadura estaliniana; un notable poeta ruso llamado Boris Pasternak (1890-1960), escribió una extensa novela titulada Doctor Zhivago.
Nacido en Moscú, fue hijo del gran pintor judio Leonid Pasternak y de la famosa concertista de piano Rosa Kaufman. El joven Boris se acostumbró a ver en su casa paterna a grandes figuras del arte, como León Tolstói, Serguéi Rajmáninov o Rainer Rilke. Estudió filosofía en las universidades de Moscú y Marburg, pero no ejerció la carrera como profesión, ya que su gran vocación fue la poesía lírica.
Durante la I Guerra Mundial tuvo que trabajar en una fábrica en los Urales, siendo muy posible que en aquel espacio geográfico experimentara sentimientos muy parecidos al protagonista de su gran novela, pues no hay que olvidar que Doctor Zhivago tiene muchas claves autobiográficas. Está demostrado que Pasternak tuvo dos mujeres en su vida: Zinadia, con la que estuvo casado y se inspiró para el personaje de Tonya, y otra a la que amó profundamente, Olga Ivinskaya, a la que conoció en 1946, año en el que, precisamente, comenzó a escribir “Doctor Zhivago”, siendo Olga la que le sirvió para dar forma al personaje de Lara. Las dos, Olga y Lara, padecerían los rigores de los campos de exterminios estalinistas. Pasternak no hizo un libro sobre la política, sino al amor, al que puso en el contexto de una guerra implacable que alcanzaba todas las miserias humanas.
Ya era un poeta consagrado antes de que estallara la II Guerra Mundial pero, a la vez, detestado y reprimido por las autoridades rusas. Su manera de soñar e imaginar, amar y buscar entre tanto imposible la belleza cogida de la mano de la sensibilidad, contrastó con el durísimo ambiente cotidiano que vivía y respiraba, sometido al totalitarismo, represión, tortura, deportación y muerte. Él mismo sufrió las purgas del régimen y, aunque no fue deportado a los gulags, fue obligado a mantenerse en silencio, ya que su librepensamiento era considerado peligroso para el poder, siendo esa la causa principal para que Doctor Zhivago no se publicara en Rusia, ni siquiera con la política de “deshielo” de Nikita Jruschov, tiempo en el que no se aceptaba todavía ni la más mínima crítica a la revolución.
Algunos estudios recientes revelan que los servicios secretos norteamericanos se implicaron de forma rocambolesca para copiar un manuscrito de la novela que, retocada convenientemente a la forma de las ediciones rusas, terminó en la Academia Sueca, mientras que, paralelamente, era traducida y editada en Italia, en 1957, dándose a conocer rápidamente por Europa. Ambas acciones tuvieron consecuencias inmediatas y contradictorias: Pasternak recibió el Premio Nobel en 1958, pero en su país levantó mayores odios hacia su persona gracias a una campaña orquestada por las autoridades y la prensa del régimen soviético para oponerle la repulsa de los estudiantes y excluirlo de la sociedad. Muy amenazado con ser expulsado de la Unión Soviética, el poeta se vio obligado a rechazar el Nobel, publicando una carta de arrepentimiento en el diario oficialista “Pravda”. ¿De qué le obligaron a arrepentirse? ¿Por describir un amor repleto de sensibilidad? ¿De tener otra mirada diferente a la oscuridad en la que vivía?
Vigilado de cerca por la KGB, mal visto por sus compatriotas y admirado por la Europa libre, murió en 1960. Tuvieron que pasar veintiocho años para que su mejor novela fuera publicada en la Unión Soviética. La película fue proyectada en Rusia a partir de 1994.
Una gran historia de amor.
Doctor Zhivago es ante todo una gran historia de amor que, en medio de las penalidades generadas por la revolución rusa, vive el médico-poeta Yuri Zhivago, un hombre de paz, con su corazón dividido entre la fidelidad y admiración hacia su esposa Tonya, y el amor pleno y apasionado hacia una bellísima mujer llamada Lara, marcada por una vida de sufrimientos generados por relaciones anteriores. Zhivago es un hombre honesto y generoso, cargado de valores, pero sobre todo emotivo y sensible; frágil bagaje para hacer frente a su terrible rival Victor Komarovky, ambicioso, egoísta y altanero, y sin escrúpulos para conseguir cualquiera de sus objetivos. Ante esas “cualidades”, el bien de la sensibilidad es débil, pero aún sabiéndolo, siempre ha habido hombres y mujeres en el mundo que la han llevado en su espíritu como una insignia, tal como lo hizo el poeta Antonio Machado: “Amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón…” ¿Existe algo más vulnerable a una pompa de jabón…? ¿Algo que ofrezca menos resistencia ante su destrucción? Sin embargo, el tesoro de la sensibilidad hace ver y llegar más lejos a las personas que lo poseen, que las que carecen de ella, y tal como le ocurrió a Yuri Zhivago, disfrutan en todos los extremos cuando aman, desbordando sus fuentes que parecen inagotables, y siempre, por muy adversas que sean las circunstancias, mantienen una búsqueda constante de los valores en general, y del arte, la belleza y el amor, en particular.
La película de David Lean.
En 1965, David Lean terminó de dirigir su película “Doctor Zhivago”, realizada gran parte de ella en España (provincias de Madrid y Soria, y en los llanos de La Calahorra, en Guadix). Es increíble como Lean logró dotar de tanta plasticidad y belleza el amor vivido entre Zhivago y Lara que, en la gran pantalla, hace sutil y hermoso lo farragoso, tórrido y escabroso de la novela; y es que, en este caso, el tópico tan usado (incluso en círculos intelectuales), de “el libro es mejor que la película”, no se cumple: la novela de Pasternak es muy buena, pero la película de Lean está a su altura, e incluso, en mi particular opinión, la mejora en varios episodios gracias a la adaptación del guión de Robert Bolt y a la exquisita sensibilidad del director. Escenas logradísimas, como cuando Yuri y Lara se vuelven a encontrar en la estepa rusa en medio de columnas de desertores, o se despiden sin nada que reprocharse en el hospital de sangre, o simplemente la ilusión que produce la visión de la luna en los ojos de Zhivago a través de un estrecho ventanuco de un vagón de mercancías atestado de pasajeros, que realiza un interminable hacia los Urales; mantienen la huella del excelente gusto de Lean. No digamos ya los pasajes en la hacienda de Varikino, o el tratamiento de deseo contenido (y a la vez irrefrenable) de Yuri para buscar a Lara en Yuriatin. Otros episodios están cargados del drama de la guerra con una extraordinaria intensidad y fuerza. Recuerden el del veloz tren con banderolas rojas desplegadas en la máquina, que en el momento de pasar como una exhalación entre varios grupos de personas, alguien masculla el terrible nombre de su principal y cruel viajero: “Streinicov”, sucediéndole un inmediato primer plano del rostro del mismo, que deja sorprendido al espectador al conocer su identidad. Todo esto ha hecho que la película de Lean, mantenga hoy la misma frescura y belleza que cuando se estrenó, quedando muy justificados los seis Oscar que ganó.
Julie Christie, como Lara, y Omar Shariff en el papel del doctor Zhivago, se convirtieron gracias a la película en cotizadas estrellas, y Alec Guinness (Yevgraf), Rod Steiger (Victor Komarovky), Geraldine Chaplin (Tonya), Ralph Richardson (Alexander), Tom Courtenay (Pasha Antipov), Klaus Kinski (Kostoyed) y Siobhan McKenna (Anna); formaron un inolvidable plantel de actores secundarios que engrandecieron la película, al igual que la romántica música de Maurice Jarre.
Fue una producción de Carlo Ponti para Metro-Goldwyn-Mayer.
El rodaje de la película.
La película se rodó en España, Finlandia y algo en Canadá, en estos dos últimos países porque en la provincia de Soria, las nevadas fueron muy escasas entre 1964 y 1965. En nuestro país se realizaron numerosas escenas en la provincia de Soria y, también, en Madrid. Hubo que emplear toneladas de polvo de mármol y sal. Moscú se levanto en la parte exterior de la localidad de Canillas, con unos imponentes decorados (en los detalles, señalar que entre los grandes edificios aparece hasta el Kremlin de fondo, al igual que una espectacular calle adoquinada de un kilómetro), en el que no faltó el protagonismo de un tranvía, para el que se extendieron 700 metros de vías. El que aparece en la película, fue un viejo tranvía urbano de los años treinta, con dos ejes bidireccionales. Devid Lean era un entusiasta de los trenes, y prodigó la aparición de ellos en diversas escenas de la película, resaltando, especialmente, la de una máquina “Baldwin”, construida en 1928, y el tren blindado, un ex 14000 MZA, tipo Mastodonte. Estos dos ingenios fueron ofrecidos por RENFE con un buen número de vagones de mercancía antiguos. La vieja estación de las Delicias de Madrid aparece en dos llamativas escenas. Siempre ha sido muy comentado que los extras cantaron en una de las escenas la Internacional (concretamente, la que termina con la caballería zarista cargando contra la masa obrera), una marcha que estaba prohibida en España en aquel 1965. Bueno, lo que no consiga el cine…
Explotación del éxito.
Cuentan que el estreno en Nueva York en diciembre de 1965, fue considerado un desastre. Los críticos no pararon de arremeter contra la película acusándola de muchas faltas. Ni siquiera la cantidad de dólares gastados en propaganda paliaron los ataques contra el film. Sin embargo, a la cuarta semana de estar en las carteleras, los cines comenzaron a llenarse de público. Fue Europa la que le dio el gran espaldarazo. En 1966, los estrenos en Cannes y Londres la lanzaron al estrellato, consiguiendo la mayor recaudación de la Metro desde “Lo que el viento se llevó”. “Doctor Zhivago” ganó 200 millones de dólares (su producción había costado 15 millones), entrando así en la historia como una de las mejores películas del cine. No fue casualidad que, a partir de 1966 a muchas niñas europeas y americanas se les pusiera el nombre de Lara.