Asociación Torrijos 1831 26/03/2024
Durante un tiempo, los integrantes de la Asociación Torrijos 1831, en nuestro deseo por conocer más datos sobre las campañas que, durante años, llevó a cabo el emperador Napoleón Bonaparte, hasta 1815; hemos visitado algunos campos de batallas europeos donde los ejércitos franceses se enfrentaron a británicos, prusianos, austriacos y rusos, destacando por los hechos que en ellos sucedieron y las consecuencias históricas que derivaron de ellos, los de Waterloo, Austerlitz o Borodinó. Dado que en su día ya publicamos las experiencias vividas en Waterloo y Austerlitz, ahora exponemos en este artículo las impresiones sobre Borodino, lugar donde las tropas rusas y francesas chocaron el 7 de septiembre de 1812. Las fotografías ligadas con Borodinó que aparecen en este artículo son de nuestro muy estimado compañero José Luís Llorente, persona a la que no se le resiste objetivo alguno en la búsqueda de la historia. De jóvenes, no pocos conocimos esta batalla por la incomparable descripción que sobre ella hizo León Tolstói en su novela Guerra y Paz. Borodinó, denominada por los franceses como la batalla de Moscú, está considerada como una de las más sangrientas de todas las guerras napoleónicas, superando incluso a la de Waterloo. El encuentro fue terrible y los rivales no desestimaron esfuerzos, valor, sacrificios y arrojo. Al final, y con grandes bajas, los franceses ganaron una victoria táctica, despejando el camino hacia Moscú. Sin embargo, no consiguieron acabar con las fuerzas rusas bajo las órdenes del Príncipe Mijáil Golenischev-Kutúzov (1745-1813). A pesar de que la retirada del ejército ruso, después de Borodino, tuvo como consecuencia la destrucción de gran parte de Moscú, la ocupación de la capital no condujo a la derrota rusa, sino a la desintegración de la Grand Armée francesa, que sobrevino, poco tiempo después, con la terrible retirada de Rusia.
El campo de batalla de Borodinó, hoy.
En las dos primeras décadas del presente siglo, ir a Borodinó ha sido motivo atractivo para aquellos visitantes atraídos por las campañas napoleónicas, dadas las imposibilidades anteriores derivadas por el tiempo que duró la guerra fría. Esa bonanza permitió que, en 2012, se llevara a cabo una gran recreación histórica con ocasión del Bicentenario de la batalla, donde participaron reconocidas asociaciones históricas de Europa occidental y rusas, en un clima de gran cordialidad y festividad. Desgraciadamente, la invasión perpetrada por Rusia sobre Ucrania, y la terrible guerra generada con tantas víctimas civiles inocentes, ha llevado a una tragedia de grandes proporciones en el corazón del viejo continente; creando gravísimas tensiones entre Rusia y Europa, y derrumbándose los muchos logros conseguidos, de entendimientos y cooperaciones, en la última década del siglo XX. Las consecuencias, al día de hoy, son múltiples y con un futuro imprevisible. Una de esas consecuencias ha sido la reducción considerable del flujo de visitantes a Borodinó. No obstante, y pese a la fatal situación actual, para aquellos interesados en conocer datos históricos sobre el campo, hacemos un relato del mismo, así como del acceso para llegar a él, pudiéndose realizar a través de la ciudad de Mozhaisk, situada a 90 kilómetros de Moscú. El conjunto de monumentos que forman el área conmemorativa, comienza a unos kilómetros al oeste, con un obelisco en la ciudad de Gorki. Allí fue donde Kutúzov tuvo su cuartel general durante la batalla. El obelisco, erigido en 1912, con ocasión del Centenario, tiene una espada dorada envainada y está coronado con la figura de un águila en vuelo con las alas extendidas. En la base hay un bajorrelieve de Kutúzov rodeado de sus colaboradores más cercanos. A poca distancia, detrás del monumento al general, la carretera pasa junto a la elegante iglesia del Icono de la virgen de Smolensk, que domina una de las esquinas del campo de batalla. Dedicado en un principio a la Natividad de Cristo, y con estructura de ladrillo encalado, fue construida en 1697-1701. Aunque fue destrozada durante la época soviética, los dos pisos del templo han vuelto a tener uso, con nuevos frescos e iconos. La iglesia está coronada por una cúpula y una cruz enormemente decorativa. En el extremo occidental hay un campanario octogonal. Durante la batalla de Borodinó, la cúpula de la iglesia fue alcanzada por la artillería. En la ladera que hay bajo la iglesia, se alza una gran casa de madera (más bien un pequeño palacio), construido por la familia imperial rusa en 1839, después de que compraran Borodinó, en 1837. La estructura fue convertida en hospital militar a finales del siglo XIX, y quedó enormemente dañada durante la ocupación alemana de esta zona, en el otoño de 1941. Hoy en día, ha sido reconstruida con motivo de la celebración del Bicentenario de la batalla de Borodinó. Detrás de la iglesia y el palacio, la carretera gira hacia el monumento conmemorativo principal del campo, que contiene un pequeño museo sobre la batalla que ha sido reformado. La Catedral de Cristo Salvador de Moscú, fue construida para conmemorar la victoria sobre Napoleón. Después de que la Alemania nazi atacara el campo de Borodinó en octubre de 1941, el espíritu de 1812 revivió entre los rusos para la defensa de Moscú. Posteriormente, se instaló un tanque T-34 en un pedestal un poco más abajo del monumento principal de Borodinó.
La terrible batalla de Borodinó.
En la batalla de Borodinó participaron más de un cuarto de millón de soldados, de los cuales 70.000 perecieron en el campo donde se libró. Las tropas del zar Alejandro II, ante la amenaza de las fuerzas napoleónicas, decidieron retroceder desde la frontera polaca con una táctica de “tierra quemada” hasta las inmediaciones de Moscú. A unos cien kilómetros antes de llegar a la capital rusa, por el oeste, Kutúzov comenzó a realizar un sistema de fortificaciones para frenar a los invasores. Napoleón decidió romper aquellas defensas con la peor de las tácticas: un ataque frontal que dejase resuelta la batalla en un sólo día, sin importarle los muertos propios que tal decisión le ocasionaría. El general Murat logró penetrar en las líneas enemigas, pero el coste de la acción fue muy elevado. Los rusos intentaron un contraataque que fue rechazado por la artillería francesa. La batalla parecía decidida del lado francés, ya que solo una colina llena de cañones, el reducto Raiévski, conseguía aguantar el imparable empuje de la Grande Armée. Se trataba del Gran Reducto, un terraplén pentagonal equipado con 24 piezas de 12 libras y protegido por decenas de pozos con afiladas estacas de madera en su interior tapadas con ramas. La fortificación recibió el primer ataque, tras la mortal herida recibida por el general Bagratión. Un total de 6.000 franceses se lanzaron pendiente arriba, cayendo en los pozos trampa y trabando combate a la bayoneta con los artilleros rusos, quienes defendieron valientemente sus cañones armados con atacadores. Los rusos perdieron la batalla de Borodinó, pero pudieron recomponer sus tropas y elaborar la estrategia para derrotar a Napoleón. El ejército imperial no pudo seguir a los soldados zaristas en su huida. El desgaste del combate resultó épico y el número de bajas fue muy elevado. Kutúzov se retiró a San Petersburgo y los rusos tomaron una importante decisión: asegurar esa plaza y liberar Moscú. Los franceses tomaron la capital, desierta y sin víveres, percibiendo a partir de ahí que sus líneas de suministros habían quedado demasiado atrás. Lo que vendría después sería la desastrosa retirada de Rusia.
En el Museo Panorama de la batalla de Borodino, en Moscú.
Se encuentra situado en la avenida Kutúzov de la capital moscovita, próximo al monumento ecuestre dedicado al citado general, en cuyo basamento, se encuentra escoltado a su derecha por varios soldados de la Guardia Imperial, un cosaco, un miliciano y civiles, mientras que por la parte izquierda, aparecen las figuras de los generales rusos más importantes que combatieron bajo las órdenes de Kutúzov. En la parte trasera del monumento figuran los elementos del pueblo que hostigaron a los franceses, junto a los cosacos, en la retirada. En el museo figuran cuadros, uniformidades y documentos, pero lo que más sobresale es la pintura panorámica, que hace estar al visitante en el centro de la batalla, como si de un salto del tiempo se tratara. Aquí, también, nuestro compañero José Luís hizo un estupendo trabajo fotográfico.