Asociación Torrijos 1831. 30/05/2024
Cuando como colectivo iniciamos nuestro periodo constituyente en septiembre de 2002, y paralelamente comenzamos a forjar las denominadas Jornadas de homenaje a Torrijos y la Constitución, que en diciembre de aquel mismo año serían las primeras; decidimos, igualmente, hacer nuestra primera recreación histórica insertada en las Jornadas, y con ello, y sin saberlo entonces, la primera recreación histórica dedicada al siglo XIX realizada en Andalucía. Representó (y sigue representando), la detención del general Torrijos y sus cuarenta y ocho compañeros de infortunio, en el lugar histórico donde se produjo: la Alquería de Mollina (Alhaurín de la Torre), así como su posterior traslado a Málaga. Al ser un grupo de hombres conducidos por una fuerte escolta, le dimos este nombre: “Cuerda de presos”, y con él, esta primera recreación fue publicitada en los medios de comunicación, convirtiéndose en identidad de la barriada alhaurina de Torrealquería, siendo desde entonces gratamente distinguida y referenciada. Hoy es la insignia de nuestros primeros pasos como recreadores, nacida en el ya lejano 2002.
Otras recreaciones con el cuño de la Asociación histórico Cultural Torrijos 1831, nacieron en 2003, como “El Desembarco” (en la Playa de El Charcón), “Réquiem por Torrijos”, en la Plaza de la Merced, así como otras tres más que completan el círculo de las seis vinculadas con las Jornadas de homenaje a Torrijos y la Constitución.
Representando para el pueblo a favor de la divulgación de la historia.
En esta labor en pro de la cultura y, especialmente, a favor de los conocimientos de nuestra historia, hay unos datos en el comportamiento de las actuaciones realizadas por la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831, que han permanecido inalterables en el tiempo, en su forma de proceder: la vocación docente de presentar la historia a los ciudadanos, desinteresadamente, sin miras de beneficio económico propio alguno ni deseos de, a través de las recreaciones, auparse para encumbramientos personales. Es el proceder colectivo en una labor realizada por personas sencillas, mostrando al pueblo, del que forman parte, pasajes de nuestra historia, escenificados para un público de todas las edades. Un ejercicio de filantropía, no menor, en este convulso e interesado primer tercio del siglo XXI, donde priman tanto las componendas, los aprovechamientos y los egos personales; pero que, respecto a la Asociación Torrijos 1831, casa con el espíritu del tiempo histórico que representa y los personajes del mismo, que le dieron convicción para trabajar en la cultura, por los ideales que representaban, desventajas en las que vivieron y las decisiones románticas y filantrópicas que tomaron.
La razón expresada en la palabra y la representación de los textos, por encima de otros recursos.
Sin duda, para recrear es necesario vestir con arreglo a la época que se representa. Es algo a cuidar. Pero “el hábito no hace al monje”, al menos, no lo hace exclusivamente. Así, en más de veintidós años de andadura, hemos visto, en ocasiones, que la confección se utiliza en demasía como el gran espolón de proa de la representación, superando al valor de la palabra expresada, al mensaje de lo que desea transmitir, o incluso no dándose la importancia requerida al lugar histórico donde se actúa… Con ello, se deja vacío una gran parte del contenido a la propia recreación. El recreador, o la recreadora, intérpretes a los que no se les exige ser un actor al uso, deben tener, sí, una capacidad para transmitir, para abrir sentimientos y encontrar almas, saber captar la atención del espectador, paulatinamente, y mostrar la convicción de lo que proyectan, con una buena dicción y la prestancia necesaria.
Recrear un tiempo de nuestra historia, a veces, difícil de comprender, pero necesario para entender sobre cosas que, todavía, inciden en nuestra España contemporánea.
El periodo de la historia de España llamado “Década Ominosa” (1823-1833), que libremente escogimos para dedicarnos a él, no fue el más fácil para comenzar a recrearlo en 2002; principalmente, porque no es de sencilla comprensión para el gran público, que sí parece orientarse mejor, cuando se trata de ver recreaciones de cristianos contra musulmanes, en los tiempos medievales peninsulares, españoles contra franceses, en la Guerra de la Independencia, o los tercios sosteniendo las posesiones de los austrias en Europa, frente a los protestantes. Parece que la mentalidad heredada de tantas generaciones anteriores, anima casi siempre a ver en directo el éxito de unos, “los nuestros”, y la derrota de los “otros”, esos otros que aparecen para los espectadores como “agentes externos” de nuestra historia. No hace falta explicar más, porque sencillamente es así.
Mostrar la “Década Ominosa”, en las calles y plazas, fue, y sigue siendo, complicado, pues a diferencia de lo que se representa en otros espacios históricos, hace falta contar, además, con el alma y la conciencia del espectador, un nexo imprescindible para adentrarse en un espacio tan emotivo, cuando se trata de comprender el fondo de la disyuntiva “Libertad y Derechos” frente a “Poder Absoluto y Orden”. Ambos conceptos se enfrentaron en la “Década Ominosa”, y el segundo puso la mayor violencia posible, contando con todos los poderes del estado, para la aniquilación de los primeros, vinculados estos con el ideal político de la Constitución de 1812, nuestra primera carta magna. Los españoles se dividieron, y aún hoy, curiosamente de forma similar, aparecen fracturas sociales y políticas irreconciliables, generadas por aquella eterna disyuntiva, sorprendentemente, cuando el régimen absoluto de Fernando VII ya ha quedado condenado para siempre en la historia de nuestro país. El acreditado historiador Miguel Artola, confirmó que el monarca Fernando VII “…, no se limitó al restablecimiento de la vieja maquinaria política, cuyos defectos eran patentes, sino que trató de volver a imponer la preeminencia de los estamentos privilegiados, dando marcha atrás al reloj de la Historia”. Hoy día, si queremos conocer orígenes y explicaciones de nuestra historia contemporánea, e incluso, rasgos que se evidencian en nuestras relaciones, en la España actual, se hace necesario comprender la “Década Ominosa”, primero, por estar insertada entre el periodo más amplio, de 1808 y 1837, tiempo en el que nos forjamos como nación (hoy día, la mayoría de los historiadores de prestigio, concluyen en el acontecimiento determinante de la Constitución de 1812. En su primer artículo citaba: «La Nación española, la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios»); y también, porque la «Década Ominosa», fue un terrible periodo de despropósitos, que acabó con todo el prestigio ganado ante Europa por la tenaz lucha contra los ejércitos napoleónicos, durante seis años, viniéndose abajo por los bandazos políticos y la brutal represión ejercida por el monarca Fernando VII hacia la España que suspiraba por las libertades, dejándonos a los pies de la ya fermentada I Guerra carlista (cruel guerra civil y auténtico desastre en odios, muertes y hundimiento de la ya maltrecha economía), con posteriores y continuos cambios políticos, a veces, con el recurso de la fuerza militar, ofreciendo la España del siglo XIX en amplios periodos del mismo, la imagen de un país auténticamente ingobernable. Y es ahí, donde aquellos protagonistas decimonónicos rivales, trasladarían a las generaciones nacidas en el siglo XX, una herencia nada beneficiosa: la mentalidad guerracivilista, la carcoma del fomento del odio contra quien piensa diferente, para, poco a poco y aprovechando oportunidades favorables, vejarlo y destruirlo con la difamación, señalarlo en definitiva, y llegado el caso, conseguir su eliminación física.
Torrijos y Málaga.
La desventaja citada en el apartado anterior, en cuanto a la comprensión de los sucesos de la “Década Ominosa”, se revierte potencialmente a favor de la dedicación de la Asociación Torrijos 1831, gracias a la acertada elección de nuestro personaje histórico de referencia: el general José María Torrijos y Uriarte. Su figura histórica, con proyección nacional, ha ido unida intrínsicamente a Málaga y a sus ciudadanos desde 1831. En el pasado, hubo militares vinculados con nuestra tierra que, con una vida completa de servicios en el Antiguo Régimen, cimentaron parte de su fama por los cargos que ejercieron o victoria alcanzada. Sin embargo, la trascendencia de Torrijos en el recuerdo de los malagueños supera cualquier gesta bélica o labor administrativa, yendo más lejos, pues tuvo el valor, conciencia y decisión, de rebelarse contra el sistema desigual, injusto y de privilegios, que representaba aquel Antiguo Régimen, del que él mismo era originario, padeciendo por ello los calabozos, maltratos e incomunicación, de uno de sus más tenebrosos brazos: la Inquisición. Por conciencia con sus ideales, rechazó altos cargos y dignidades, dedicando su vida, entre el exilio y la pobreza, a las libertades y derechos de los españoles, hasta caer con dignidad en Málaga junto a un grupo de leales, en la mañana del 11 de diciembre de 1831. Esas cualidades, esos valores en la forma de proceder en su vida, son los que le han dado un privilegiado lugar en la memoria colectiva de los malagueños, traduciéndose la admiración del pueblo en el mejor memorial que nuestra ciudad ofrece: el gran obelisco de la Plaza de la Merced, levantado no por una institución, sino por suscripción popular.
Cada ciudadano, cada escritor, cada colectivo, tiene toda su libertad de escoger la época por la que se sienta motivado, como la medieval, el despotismo ilustrado, la pérdida de las colonias de 1898, etc. En nuestro caso, nos sentimos orgullosos con el personaje de Torrijos por muchas razones, entre ellas, al comprobar un reflejo singular de sus ideales, plasmados en un texto escrito siglos antes por el gran Cervantes, libro que ha sido y es referencia en todo el mundo. Nos referimos al “Quijote”. Extraemos algunas de las frases de la citada obra que son aplicables a cómo Torrijos se condujo en su vida, y a la vigencia (esto sí que lo consideramos importante), que tales ideales tienen en el día de hoy: “La Libertad es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar”, “Cambiar el mundo amigo Sancho, ni es locura ni utopía, sino justicia”, “Luchamos contra tres gigantes: la injusticia, el miedo y la ignorancia”, o “Por la Libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida”. Torrijos y sus compañeros lo hicieron en 1831. Memoria siempre para ellos.
Abajo, dos fotografías de la primera recreación histórica del siglo XIX realizada en Andalucía, fechada en diciembre de 2002, en la barriada de Torrealquería (Alhaurín de la Torre), en pleno periodo constituyente de la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831, e incardinada en el hecho singular de las I Jornadas de homenaje a Torrijos y la Constitución.