Asociación Torrijos 1831 24/11/2024
El día 22 de noviembre de 1824, fue hecho prisionero en la pequeña localidad vallisoletana de Olmos de Peñafiel, Juan Martín “El Empecinado”, destacado jefe guerrillero durante la Guerra de la Independencia, y liberal comprometido con sus ideales, defensor de las libertades y derechos que emanaron de la Constitución española de 1812. Mal pagó Fernando VII los servicios de “El Empecinado” en su lucha contra los franceses, precisamente, por ser una persona leal al sistema constitucional, ganándose por ello, en unos primeros tiempos, el destierro a Valladolid. En 1820, tras el pronunciamiento de Riego e inicio del “Trienio Liberal”, volvió a las armas, pero esta vez contra las partidas insurgentes realistas, deseosas de reinstaurar el poder absoluto de Fernando VII. Durante los años siguientes, Juan Martín fue nombrado gobernador militar de Zamora y, finalmente, capitán general (con la excepción de Espoz y Mina, fue el único guerrillero que logró alcanzar el máximo empleo militar). El ladino Fernando VII, intentó comprarlo para unirlo a las tropas francesas de los “Cien mil hijos de San Luís”, ofreciéndole un título nobiliario y la gran cantidad de un millón de reales; pero Juan Martín, poniendo sus ideales y honradez por delante, respondió al enviado: “Diga usted al rey que si no quería la Constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a su juramento”. En 1823, tras acabar absolutistas y franceses con el sistema constitucional español, Juan Martín marchó al destierro en Portugal. Decretada la amnistía real del 1 de mayo de 1824, pidió un permiso para regresar sin peligro, permiso que le fue concedido. Pero Fernando VII no estaba dispuesto a someter sus odios a la benevolencia del decreto, y el 23 de mayo ordenó: «Ya es tiempo de coger a Ballesteros y despachar al otro mundo a “Chaleco” y “El Empecinado».
Juan Martín “El Empecinado” regresó acompañado de un total de sesenta leales, confiado en la amnistía real. Pasó la frontera y se adentró a caballo en la provincia de Valladolid. En Olmos de Peñafiel (cercana a Castrillo del Duero, donde había nacido), se alojó en casa de un primo suyo, llamado Juan Gabriel. Los voluntarios realistas de Roa de Burgos, mandados por el comandante Miguel Abad, cayeron sobre el caserío de Olmos, de noche, cuando los amnistiados dormían. No obstante, estos, por el número que eran, podían haber ofrecido una fuerte resistencia, pero Juan Martín, no interpretando la maldad del trasfondo de lo que estaba ocurriendo, prefirió entregarse a defenderse, confiando que, a tenor de lo decretado en la amnistía, todo acabaría aclarándose. Sin embargo, aquello terminaría siendo fatal para él.
Llevados los prisioneros a Nava de Roa (a tres kilómetros de Olmos de Peñafiel), fueron entregados al alcalde de Roa, Greogorio González Arranza, que los trasladó a esta localidad, escribiendo mas tarde, ufanándose: “…a pie, delante de mi corcel y llevando yo el cabo de la cuerda con que tenía amarrados los brazos (Juan Martín)”, Al llegar, el populacho, sin haber recibido orden de superior alguno, había montado en la Plaza Mayor un tablado y el preso fue subido allí, donde fue insultado y apedreado. Fue encerrado con sus compañeros en un antiguo torreón.
Aquí interrumpimos esta narración que, como asociación dedicada a la memoria de los liberales decimonónico, que defendieron hasta el final de la “Década Ominosa” (1833), el sistema constitucional nacido en Cádiz en 1812; iremos contando otros capítulos relativos a la prisión de Juan Martín “El Empecinado”, hasta llegar al de su trágica muerte, ocurrida el 19 de agosto de 1825.
“El Círculo Cultural Juan Martín ““El Empecinado””, mantiene viva la memoria de Juan Martín.
El Círculo Cultural Juan Martín «el Empecinado» nació por la inquietud e iniciativa de una serie de personas que, sintiéndose admiradores del Empecinado y siendo conscientes del mal pago que había recibido a cambio de su lealtad a una causa digna de mejor suerte, no podían permanecer parados ante la situación de olvido en que se encontraba este destacado personaje de nuestra historia. Entre sus diversas actividades son los tradicionales los homenajes que realizan cada año, entre los meses de agosto y septiembre en Roa de Duero (donde murió), y Castrillo de Duero (donde nació).
Integrantes de la Asociación Torrijos 1831, en Castrillo del Duero y Roa de Burgos, tras las huellas de “El Empecinado”.
Integrantes de la Asociación Torrijos 1831, como Esteban Alcántara, Flora Sastre, Jesús Rivera o Pablo de la Sota, han estado más de una vez en estas localidades, tan unidas a la memoria de “El Empecinado”, y en alguna de esas ocasiones invitados por “El Círculo Cultural Juan Martín ““El Empecinado””, a los actos organizados por este colectivo, tal como figura en varias fotografías que acompañamos en este artículo. En Castrillo del Duero, han estado en los homenajes realizados junto a la gran estatua de “El Empecinado” y, también, a los llevados a cabo junto a la casa donde nació el famoso guerrillero, con participación de autoridades civiles y militares, y miembros de asociaciones históricas. En su casa natal hay dos placas que, curiosamente, se colocaron 100 y 200 años después de aquel 1808 en el que comenzó la Guerra de Independencia. En ambas se incluye el apodo de “El Empecinado”. Los miembros de Torrijos 1831, también han visitado el Centro de Interpretación Histórico dedicado a su memoria.
¿Qué significa empecinado?
En la RAE aparecen otros dos significados para empecinado, menos conocidos, pero indispensables. Uno de ellos habla de los naturales de Castrillo de Duero, como gentilicio de este pueblo vallisoletano. La otra acepción dice que un empecinado es un peguero, esto es, una persona cuyo oficio es sacar o fabricar la pez. La pez es una sustancia resinosa y que a muchos les sonará porque se usaba para calafetear embarcaciones de madera. Y ahí está la clave. Castrillo de Duero era un lugar con mucha pecina, que es un lodo oscuro, de alguna forma similar a la pez. El río Botijas, a su paso por esta localidad, se cargaba de pecina y de cieno. Por eso los naturales del lugar se llamaban empecinados, y por eso el guerrillero Juan Martín Díez fue El Empecinado. Por esto y no por su carácter. En 1814, debido a su contribución para que su país venciera en la guerra, una Real Orden le permitió a Juan Martín usar, podríamos decir que oficialmente, el nombre de El Empecinado. Ese honor se extendía también a su descendencia. Podría firmar como tal cualquier documento. Así, de alguna forma se personalizaba en él el gentilicio de todos sus paisanos.