Mariana de Pineda en capilla, de Vera Calvo. Palacio de las Cortes, Madrid
1824.- Ante la hostilidad del gobierno francés, embarcó para Inglaterra con su esposa el día 24 de marzo, estableciéndose en las proximidades de Londres, en una modesta vivienda de Blackheat, a finales de aquel mismo año.
Desde junio los, Torrijos recibieron una modesta ayuda económica que el duque de Wellington concedió a los emigrados españoles que habían combatido como aliados de los británicos en la Guerra de la Independencia.
En aquel año se produjeron los fracasados intentos de los liberales, llevados a cabo con los desembarcos de Valdés en Tarifa, y Pablo Iglesias en Almería.
1825.- La mayoría de los emigrados vivían en el barrio londinense de Somers Town. Se reunían en largas tertulias que, a veces, duraban toda la noche, siempre con el horizonte puesto en España. Eran militares, abogados, médicos, escritores y hasta sacerdotes. Allí estaban Alcalá Galiano, Calatrava, Argüelles, Espoz y Mina, Quiroga, Valdés, Álvarez de Mendizábal, la viuda de Riego, Flórez Estrada, el duque de Rivas, o el joven Espronceda, que llegaría más tarde al siempre brumoso Londres.
1827.- El 1 de febrero los exiliados españoles crearon en Londres la Junta directiva del alzamiento de España frente a la cual pusieron a Torrijos, convirtiéndose en el máximo dirigente de la conspiración para derribar al poder absoluto por la fuerza. Esto polarizó en dos facciones a los liberales en el exilio: los partidarios de Espoz y Mina, que no consideraban viable derrocar al absolutismo con un pronunciamiento, y los de Torrijos, que si lo creían posible.
Desde esa concepción, hasta otras de índole político-filosóficas del liberalismo, separaban a Mina de Torrijos.
1829.-Acorde a sus ideas y proyectos, Torrijos conectó con un grupo de jóvenes ingleses, intelectuales y radicales en sus ideas, los cuales se autodenominaban los Apóstoles de Cambridge, siendo su líder John Sterling. A través de él, Torrijos conoció a su primo Robert Boyd, uniéndoles una amistad que sólo separaría la muerte.
1830.- Para la España liberal oprimida en el territorio nacional, José María Torrijos y Uriarte representaba la última esperanza del pronunciamiento como estrategia. Por eso, el general se puso mano a la obra con sus colaboradores. El 16 de julio se disolvió la Junta de Londres, nombrándose una Comisión Ejecutiva del alzamiento a cuya cabeza se pusieron el propio Torrijos, como suprema autoridad militar, y Manuel Flores Calderón, abogado y ex presidente de las cortes en el Trienio Liberal, como autoridad civil.
La generosidad y abnegación de Boyd por la empresa en la que se iban a comprometer los exiliados españoles, pudo comprobarse desde un principio.
Nada más heredar cuatro mil libras esterlinas, las puso a disposición de los expedicionarios, que le admitieron en los planes del levantamiento.
Parte de ese capital fue destinado al avituallamiento y alquiler de un pequeño barco, que trasladaría a la expedición al sur de España.
La fragata Mary debía de salir a la desembocadura del río Támesis, y recibir allí las armas, municiones y demás efectos de guerra.
Las instrucciones que Torrijos había dado al efecto, fueron mal entendidas o erróneamente interpretadas, y en vez de colocarse el depósito en el lugar donde estaba señalado, se condujo directamente al buque.
El plan diseñado contemplaba que Torrijos, Manuel Flores Calderón y el general Palarea, embarcarían en Ramsgate. Lo pensaron así porque, de otra forma, los espías del embajador español al notar su falta de estos jefes liberales en Londres, harían correr la noticia a lo largo de las orillas del Támesis.
Sin embargo, dado que hacía falta que un hombre con la ascendencia suficiente y plena confianza de Torrijos, tomara el mando del Mary, se designó a Palarea para esta misión, que muy pronto se iba a complicar.
Pese a que Robert Boyd había engañado a los propietarios del Mary, diciéndoles que necesitaba la fragata para ir a Río de Janeiro, el astuto embajador español descubrió la trama con rapidez, gracias a que sus espías controlaban los movimientos de los exiliados y todo lo que se moviera en el propio puerto.
El diplomático dio pronta cuenta a Madrid, y el gobierno español hizo las correspondientes reclamaciones a Londres, obligando a actuar al ejecutivo británico.
Se encontraba la fragata estacionada en el río, más arriba de Greenwich y dispuesta a elevar anclas, cuando fue rodeada de policías, deteniendo a Palarea y al resto.
Este duro golpe no arredró a Torrijos, que dio rápidas instrucciones para que todo los componentes de la Junta que tenían que instalarse en Gibraltar, salieran por diversos medios hacia la Roca, mientras que él, al tener noticias de los acontecimientos revolucionarios en París, marcharía a la capital del Sena acompañado por John Sterling y Robert Boyd, con el fin de solicitar ayuda al gobierno francés para su empresa.
Con detalle, Boyd preparó su traslado a Gibraltar, llegando a esa plaza el 9 de septiembre, con el propio Torrijos y José Agustín Gutiérrez. Allí se aplicó en la labor de crear la infraestructura mínima, con la que debían de contar los liberales en el Peñón para poder llevar a cabo el rompimiento.
Antes de salir de Londres, la Junta Liberal, muy agradecida por el generoso comportamiento de Boyd, le escribió lo siguiente: “Hemos determinado no cesar en nuestros esfuerzos hasta que consigamos nuestros deseos y los de usted, por cuya causa arriesga voluntariamente su persona e intereses; y entonces recibirá usted la grande y merecida recompensa que su servicio y anhelo merecen, y los títulos de honor y gloria, que la España debe dar a usted y a toda su posteridad”.
En la Roca, dada su condición de ciudadano británico, Boyd actuó libremente, mientras que sus compañeros permanecieron escondidos en casas de amigos y barcos anclados en el puerto.
Torrijos y Flores Calderón, con el objetivo político de la Constitución de 1812, diseñaron la estrategia siguiente: preparar acciones terrestres y marítimas que causaran sobre todo efecto en los liberales del interior del país, buscando rompimientos que estimularan a las indecisas autoridades militares y forjaran en ellas una decisión favorable.
Ante las pocas opciones, de nuevo surgía el pronunciamiento como estrategia, siendo el de Riego la referencia por haber sido el único que había triunfado hasta entonces.
Tras la fase conspirativa llegaba el momento de pasar a la acción, con la penetración o entrada en España, mediante el rompimiento en algún punto, que propiciara lo más rápidamente posible el pronunciamiento general.
El pronunciamiento, diferente al golpe de estado que actúa directamente sobre el centro de poder de la política de un país, se fundamenta en la acción repentina de una fuerza rebelde que aún estando lejos físicamente del centro del poder político, y sea insignificante en un principio, consigue desconcertar al citado poder, por la sospecha de que otros pronunciamientos no previsibles, surjan en diferentes zonas de la periferia y logren desestabilizar la situación.
La clave se basaba en dos piezas angulares: el indispensable apoyo de los liberales del interior, y conseguir que las fuerzas que fueran a reprimir a los pronunciados, o al menos una parte de ellas, se pasaran de bando.
El pronunciamiento no buscaba ser cruento, aunque los choques armados eran impredecibles y dependían de diversos factores.
1831.- Sin embargo, las diferentes tentativas que llevaron a cabo los liberales desde el Peñón, fueron fracasando: expedición de Manzanares a Estepona, ataques contra La Línea y Algeciras, levantamiento de Cádiz…
Desde Málaga, Francisco Unzaga, Antonio del Castillo y García de Segovia informaron correctamente a Torrijos: “si se arroja a la empresa con menos de tres o cuatro mil hombres y un ejército extranjero que penetre por la otra frontera, será batido y fusilado.”
Todo estaba dominado por la precariedad y la desesperanza cuando desde Málaga, de repente, apareció Viriato…
Escondido bajo ese nombre y formando parte de una sucia trama ideada por el gobierno fernandino, con falsas promesas de tropas comprometidas a favor de un levantamiento pro-constitucionalista, con 2.500 voluntarios de la Axarquía y la guarnición de la unidades de guarnición en la capital; sedujo a Torrijos a un plan de desembarco en la costa de Málaga, con el fin de hacerlo prisionero y ejecutarlo.